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domingo, junio 14, 2015

Orígenes



Voy saltando de piedra en piedra para alcanzar la orilla. Deprisa. En el árbol estaré seguro de nuevo.
Las orquídeas me miran hacia dentro, como si entendieran la evolución del ser y el estar. Me muevo ya sin escamas, sin cola, sin plumas, con dudas, pluricelular de sangre caliente y con lóbulo frontal: donde se procesan todos los juicios de valor.

Decido compartir mis semillas con quien me acorrala, dejándolas caer al vacío. Y duermo las noches con miedo a no dejar legado y los días viendo pasar la lluvia, la niebla, el sol, la sed, el moho, el hambre, el olor de mis excrementos, el tiempo sedante, el color verde, la cordura… no pasan en vano: fabrican un lecho para despertar brotado a mis pies.


Elijo quedarme y repartir los frutos de lo siempre posible y lo nunca querido. Un lugar para no huir, prolífico de certezas que de tanto extender sus hojas hacia mi memoria, han conseguido que las refleje con ojos verdes -antes oscuros- y la esperanza de un destello de razón. Una plegaria: ojalá

Microrrelato elegido para formar parte de la antología "ojos verdes" 
Ojos verdes Editorial. 

domingo, marzo 29, 2015

Destellos I


El deseaba que el encuentro fuera como un destello en la penumbra, algo esperado, necesitado. Solo podría darse en la librería “Donde los sueños se cumplen”.
Así que aquella mañana Tales pretendía estar en un lugar privilegiado para las ventas, exhibir sus cualidades abierto a toda posibilidad, en primer plano...pues era el día dedicado a la prosa poética, su punto fuerte.
La señorita Emma entró decidida sabiendo lo que buscaba y donde encontrarlo. De repente algo llamó su atención: aquel nombre en letras doradas -Tales- sin más, en la solapa, atraía, era tan intrigante.
Ella se aproximó, le miró con cercanía pues le inspiraba un cariño antiguo. El, paralizado, reconoció el brillo en sus ojos, me dedicaré a ella -pensó- hasta conquistarla.
Emma no pudo resistir posar su mano delicadamente sobre aquellas letras; “Tales” susurró fascinada. Sin darse cuenta lo apuró al mostrador de caja sentenciando: él se viene conmigo!
Al fin, tal y como él había intuido, se cumpliría su sueño: una adorable lectora le había visto el alma con apenas una ojeada. Era feliz.
Emma pagó el importe y acariciando su fina piel y aquellas letras doradas sobre verdinegro, se lo llevó hacia el pecho."Este libro es un tesoro y al fin es mío" -rubricó-.