Las orquídeas me miran hacia dentro, como si entendieran la evolución del
ser y el estar. Me muevo ya sin escamas, sin cola, sin plumas, con dudas,
pluricelular de sangre caliente y con lóbulo frontal: donde se procesan todos
los juicios de valor.
Decido compartir mis semillas con quien me acorrala, dejándolas caer al
vacío. Y duermo las noches con miedo a no dejar legado y los días viendo pasar la
lluvia, la niebla, el sol, la sed, el moho, el hambre, el olor de mis
excrementos, el tiempo sedante, el color verde, la cordura… no pasan en vano:
fabrican un lecho para despertar brotado a mis pies.
Elijo quedarme y repartir los frutos de lo siempre posible y lo nunca querido.
Un lugar para no huir, prolífico de certezas que de tanto extender sus hojas
hacia mi memoria, han conseguido que las refleje con ojos verdes -antes
oscuros- y la esperanza de un destello de razón. Una plegaria: ojalá
Microrrelato elegido para formar parte de la antología "ojos verdes"
Ojos verdes Editorial.