El caos que no es nadie sin el orden se pregunta:
-¿estando tan bien así como es posible que le eche de menos?
Supongo que el hecho de no haber una conciencia de necesidad hace que sea más sencillo nombrar o determinar las prioridades.
El caos necesita al orden y viceversa en la misma proporción, como el bien al mal tan figurativo y tan comparativo…
Ni siquiera las partículas mas lentas en su desordenación se mantienen en ese estadio siempre; semejante al límite entre el placer y el dolor cuando el placer requiere ese riesgo puntual, cuando el dolor como sufrimiento lleva a esa recompensa, un instante glorioso.
Una piedra en el límite de su función como tal está siempre en estadio de desordenación ¿cual es pues su estadio de virtud, ese o el que convierten las circunstancias en un topacio, un rubí, una esmeralda… ese espectro, esa forma reordenada es acaso lo opuesto, el final del desorden?
Las partículas de una piedra no la llevan a la autodestrucción pues sus sutiles cambios apenas le permiten actos de voluntad, no los necesita (ni correr mas, ni soportar mas frío, ni superar mas infecciones víricas) de la misma manera que otros seres mortales; casi puede prescindir de la voluntad, pues carece de ambición. Tan solo necesita las condiciones para su pausada metamorfosis, que voluntaria o resultado de la causa última es la forma mas sublime de demostrar que hay un proceso de reordenación hacia el estadio de reposo; como se deja reposar al amor para que “sea” hacia la perfección y se retoma para saborearlo apasionadamente.
Del carbón al sílice y de este al diamante solo hay belleza, los cambios son la belleza
(y ella la ley de vida); y no el resultado final, no el orden sin el caos, no el amor sin desafío, ni la prisa por la meta, no el coraje sin el miedo… difícil de soportar ver pasar la belleza y no sentir que la tienes, que te toca, que se incrusta en tus latidos por los genes, que te grita desde dentro: -¡estoy aquí! pídeme algo y lo haré por ti.
Oh! la maltratada voluntad, tenida a menos siempre, fiel doncella invisible. ¿Si una ordinaria piedra pudiera dejar de ir hacia la esmeralda, lo haría?, ¿porque imposible sinrazón? Aun sin saberlo como tú lo sabes, ese es su tácito destino para volver a empezar…
Y maldito privilegio es ese miedo al fracaso
haciendo que rehuyamos de nuestra prístina esencia
para no poder mirar nuestro brillante destino,
el reposo del guerrero,
nuestro invierno y primavera,
el camino y el destino,
el paseo y la carrera,
la ambición desordenando la estructura como un cáncer
cuando de un solo suspiro
las entrañas de la tierra te hacen desaparecer fundido
en tu orden hasta el fondo
hasta el principio otra vez.
Y ya no quedan laureles partidos por la mitad
brotando supervivencia
y ya no quedan ideas partiendo otra vez de cero;
solo belleza girando
alrededor del desorden
que busca organización desde el magma hasta el diamante,
que ha-sentado en una piedra
para poder observar en su precioso momento
el caos de las flores muertas
rodeadas de semillas
como poesía pura.
1 comentario:
para Kardelan, ella sabe. un beso*
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